Nos sentamos los dos en el sofá, y me doy cuenta de que lleva unas gafas de
sol nuevas. Muy chulas, por cierto.
-Te quedan bien. –le digo.
-¿Cómo?
-Las gafas, hombre. –debería de haberlo aclarado.
-Ah sí, gracias. Me las eligió mi hermana. –me explica cuando
me coge un ataque de tos. Frunce los labios y le tengo que decir dos veces que
estoy bien para que no me mande otra vez a mi casa.
-Bien, ya sabes que no pude bajar a saludarte el jueves… -quiero que se sienta mal por no haberme visitado él.
-¡Oh! Si, lo supe ese mismo día. Fui a verte pero tu madre
enseguida me echó de tu casa, diciéndome que estabas durmiendo porque estabas
resfriada. Al principio pensé que no quería que te viese, pero bueno, quien iba
a pensar que te ibas a poner así en verano, ¿eh?
Me hace gracia imaginarme a mi madre echando a un Ismael
confundido. Ciertamente, estuve durmiendo todo el día. Raquel vino a la hora de
comer, por eso me vio.
-Bueno, ¿me vas a contar que hiciste el miércoles como para
ponerte así? –me pregunta Ismael.
-Una tormenta nos cayó a Regina, a Ana y a mí cuando
estábamos en un acantilado. –le cuento.
-¿El Acantilado de Las Gaviotas? –me pide saber Ismael.
-Sí, creo que se llama así. –me pongo a pensarlo, y creo que
Regina me comentó que la gente lo llamaba así.
-Tiene gracia. –me dice.
-¿El qué? ¿El nombre? La verdad es que si que había
gaviotas, pero ‘El Acantilado de Las Gaviotas’ no es su nombre de verdad, es
uno que usa la gente por la cantidad de… -estoy contando cuando Ismael me
interrumpe para decirme que es precioso.
-Eh, si, lo es. –me quedo algo cortada al ver que ha pasado
de lo que le acabo decir, y me doy cuenta de que está un poco ido.
-¿Sabes? Fue lo último que vi que valiese la pena. También hubo
una tormenta ese día, por desgracia. –y sonríe.
Me da otro ataque y empiezo a estornudar sin parar. Siento
que la cabeza me va a estallar y empiezo a marearme otra vez. Al final
resultará que aún no estaba mejor.
-Tumbate aquí, voy a llamar a Carmen para que me ayude a
llevarte a casa, ¿vale? –oigo que me dice Ismael mientras sigo tosiendo. Me
paro a pensar que no encontrará a Carmen un sábado por la mañana en su casa.
Pensar me duele así que dejo de hacerlo.
Ismael me cubre con una manta momentos después, y el sonido
del teléfono descolgado me llega. Con todo lo que he dormido no puedo creerme
que me estén entrando estas ganas terribles de dormir. Creo que me voy
durmiendo…
No hay comentarios:
Publicar un comentario