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Sara

sábado, 18 de agosto de 2012

Nudo /PARTE 1.1


Nos sentamos los dos en el sofá,  y me doy cuenta de que lleva unas gafas de sol nuevas. Muy chulas, por cierto.

-Te quedan bien. –le digo.

-¿Cómo?

-Las gafas, hombre. –debería de haberlo aclarado.

-Ah sí, gracias. Me las eligió mi hermana. –me explica cuando me coge un ataque de tos. Frunce los labios y le tengo que decir dos veces que estoy bien para que no me mande otra vez a mi casa.

-Bien, ya sabes que no pude bajar a saludarte el jueves… -quiero que se sienta mal por no haberme visitado él.

-¡Oh! Si, lo supe ese mismo día. Fui a verte pero tu madre enseguida me echó de tu casa, diciéndome que estabas durmiendo porque estabas resfriada. Al principio pensé que no quería que te viese, pero bueno, quien iba a pensar que te ibas a poner así en verano, ¿eh?

Me hace gracia imaginarme a mi madre echando a un Ismael confundido. Ciertamente, estuve durmiendo todo el día. Raquel vino a la hora de comer, por eso me vio.

-Bueno, ¿me vas a contar que hiciste el miércoles como para ponerte así? –me pregunta Ismael.

-Una tormenta nos cayó a Regina, a Ana y a mí cuando estábamos en un acantilado. –le cuento.

-¿El Acantilado de Las Gaviotas? –me pide saber Ismael.

-Sí, creo que se llama así. –me pongo a pensarlo, y creo que Regina me comentó que la gente lo llamaba así.

-Tiene gracia. –me dice.

-¿El qué? ¿El nombre? La verdad es que si que había gaviotas, pero ‘El Acantilado de Las Gaviotas’ no es su nombre de verdad, es uno que usa la gente por la cantidad de… -estoy contando cuando Ismael me interrumpe para decirme que es precioso.

-Eh, si, lo es. –me quedo algo cortada al ver que ha pasado de lo que le acabo decir, y me doy cuenta de que está un poco ido.

-¿Sabes? Fue lo último que vi que valiese la pena. También hubo una tormenta ese día, por desgracia. –y sonríe.

Me da otro ataque y empiezo a estornudar sin parar. Siento que la cabeza me va a estallar y empiezo a marearme otra vez. Al final resultará que aún no estaba mejor.

-Tumbate aquí, voy a llamar a Carmen para que me ayude a llevarte a casa, ¿vale? –oigo que me dice Ismael mientras sigo tosiendo. Me paro a pensar que no encontrará a Carmen un sábado por la mañana en su casa. Pensar me duele así que dejo de hacerlo.

Ismael me cubre con una manta momentos después, y el sonido del teléfono descolgado me llega. Con todo lo que he dormido no puedo creerme que me estén entrando estas ganas terribles de dormir. Creo que me voy durmiendo…

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