¡ATENCIÓN!
Este blog se lee desde la primera entrada publicada hasta la más reciente, ya que es una historia contínua.
La media de entradas publicadas a la semana/mes puede variar.
Pese a la inactividad de algunas ocasiones, el blog no estará cerrado al menos que se anuncie su finalización.
Un saludo,
Sara

lunes, 6 de agosto de 2012

El puf

La señora Carmen ha venido hoy a mi casa. Mis padres me han llamado; hoy se van a quedar a comer en casa de la tía Rebeca. También han llamado a Carmen, ya que no se fían de mí, como veo. Ella ha bajado sobre las doce, y aquí estamos las dos sentadas en el salón de mi casa. No hay nada que hacer. Mis padres si que son amigos de Carmen, pero yo apenas he hablado con ella. Me parece una mujer muy… extrovertida, por decirlo así. Estamos muy calladas las dos, así que le digo que si quiere hacer algo. Levanta la vista de la revista que estaba leyendo y me pregunta si quiero subir a su casa. Me parece bien, nunca he subido a su apartamento. Enfilamos escaleras arriba y delante de su puerta saca las llaves y abre. Realmente es un piso enorme. Eso si, el noventa por ciento de todo, esta ocupado por tonterías. Hay desde gatos negros de madera de un metro y pico hasta cojines de colores con formas por toda la casa. Tirados por el suelo aquí y allá. Parece que allí viva una niña de seis años. La señora Carmen va a la habitación y me deja sola unos minutos en lo que creo que es una cocina. Digo que creo, porque la cafetera es un perrito, y las sartenes están llenas de flores. Alomejor estoy en un parque y no lo sé, a saber.

-Alma, ¿te apetece cocinar un rato?

Carmen se ha cambiado. Va en chándal. ¿En chándal? ¡Oh Dios mío! Va en chándal y destaconada.

-Eh… ¿Qué vamos a cocinar? –yo nunca he cocinado mucho, que digamos.

-Te apetecen… no sé, ¿magdalenas? –si, creo que me apetecen magdalenas.

Me pongo un delantal (lleno de corazoncitos y caritas sonrientes) y me preparo a aprender a cocinar magdalenas. A la una ya hemos acabado con todas y hace un rato que estamos hablando. Creo que me había llevado una mala impresión. Carmen no es tan… tan como imaginaba. Me ha enseñado su piso y he aceptado su invitación de volver otro día. Y de repente…

¿Es lo que creo que es? Si.

Me acerco lentamente y… me tiro encima. ¡Un puf! Adoro los pufs. No sé  porque se llaman así, pero seguramente es porque cuando te sientas dices ‘puf’.

Yo tenía un puf… de pequeña. No sé que fue de él, la verdad. Un día me levanté y ya no estaba. Una historia realmente trágica, lo sé. Lo importante es que ahora la señora Carmen es mi heroína. Me ha dado el puf. Yo no entendía como alguien puede deshacerse de uno, pero ya lo comprendo. En su cuarto tiene cinco pufs. Yo estoy aún alucinando en colores. Es  obsesión por los pufs, tengo conciencia de ello, pero son taaaan blanditos.

Mis padres han llamado, que ya vienen a casa. Ya son las cuatro, y me despido de mi ‘niñera por un día’. Me llevo el puf arrastras. Todo el mundo ha querido tener siempre uno, se ha de admitir. Paz y amor. Tanto puf que se me había olvidado, mañana Ismael me quería enseñar una cosa ‘sorpresa’. Bien, voy a tener una tarde-noche muy constructiva haciendo pufing.

2 comentarios: