Pasaré por debajo de la escalera. Pasaré por debajo de la
escalera. Pasaré por debajo de la escalera. Pasaré por… oh, ahí está la
escalera. Y me hecho a un lado. Sigo caminando y dejo la escalera a mi derecha.
Tendría que haber pasado por debajo, la mala suerte no existe. Pero por si
acaso… tonterías. Tengo que llegar a casa antes de que suenen las campanadas de
nuevo. Empiezo a correr deprisa, no quiero llegar tarde. Cenaré y me iré a ver
a Ismael. Sí, eso haré. Ya estoy casi en mi portal, cuando me suena el móvil.
Veo que es de Raquel y me digo que ya la llamaré cuando tenga tiempo. Ya estoy
aquí, subo tres plantas lo más rápido posible y cuando voy a abrir la puerta de
casa oigo que mis padres están discutiendo.
-¡Pero Mercedes! Se lo tenemos que decir, tiene que saberlo
cuanto antes mejor. –le está diciendo mi padre a mi madre.
-No, no. Miguel, espera un poco, tengo que pensarlo.
¡Tenemos que pensarlo! No sé si… -estaba diciendo mi madre cuando de repente mi
móvil empieza a sonar al otro lado de la puerta. Los dos se callan y yo contesto
a la llamada al mismo tiempo que ellos
abren la puerta.
-Eh, si, ¿Raquel? … Vale, pues mañana. Hoy tengo plan. Aha.
Sí, lo llevaré. Vale, adiós. –y cuelgo. –Hola papá, hola mamá. –les saludo como
si nada y paso a dentro.
-¿Cómo te ha ido la tarde? –me pregunta mi madre, sonriendo.
Mi padre se va a la cocina murmurando a saber qué.
-Bien, bien. Elena y
yo nos hemos pasado la tarde cuidando de su hermana pequeña. –le voy contando
mientras voy a sentarme en la mesa para
cenar con mi padre, que ya está ahí.
-¿Raquel no iba también? –me sigue preguntando mi madre.
-Al final no ha venido, porque se le escaparon unos bichos y
su madre se los encontró en el armario. Mañana ya la habrán des-castigado. –unos
bichos, si me hiciera eso, yo tiraba a
Raquel por la ventana, prometido.
-Bueno, ¿y se ha portado bien la hermanita de Elena?
-Eh, si. Elena me ha agradecido mil veces que la ayudara a
cuidar. No se parece nada al bebé del vecino, que hace ruido pero nada más.
Puff, su hermana no para de dar vueltas. Esta es una de las veces en que me
alegro por ser hija única. –recuerdo a lo revoltosa que es la niña y me pongo a
reír.
-Bueno, yo tengo hambre. Voy a cenar. –anuncia mi madre
mientras se toca la barriga.
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