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Sara

sábado, 11 de agosto de 2012

Las babosas /PARTE 1

Ayer fue un día aburrido. No pasó nada, pero nada de nada. Hoy ha sido un día aburrido. No ha pasado nada de nada. La noche promete más; Raquel y yo hemos quedado para salir a hacer una expedición al río. Ella tampoco lo conocía. Bien, Raquel hace pocos años que vive aquí, pero es raro igualmente. Ya son las nueve en punto cuando Raquel aparece por mi casa. Las dos vamos en chándal y con deportivas. Una expedición, he dicho.

-¿Y qué? –Raquel me pregunta y yo no entiendo. Las dos estamos ya cruzando el puente (me he equivocado varias veces guiándonos pero he conseguido llegar al río).

-¿Y que qué? –le pregunto yo a ella.

-Aish, que ¿y qué? –dios, ¿y que qué?

-Tía enserio, ¿y que qué?

-¡Qué que tal! Madre Alma, no es difícil, ¿eh? –Raquel se pone de los nervios cuando no la entiendo (80% de las veces).

-Ah, yo bien, ¿y tú? –todo esto para esto.

-¡Alma! No te hagas la tonta.

-¡Raquel! No me hago la tonta. – conversación de besugos.

-Pufff. ¿Qué tal Ismael? –ah, yo comprendo.

-Ah, bien. Vuelve dentro de cuatro días, ahora está en casa de su hermana. Me contó como se había quedado, eh… invidente.

-¿A si?

-Si. Sufrió un accidente de tráfico…

-Pobre chico. –pobre Isma. –No me cuentes mas, no es asunto mío no te preocupes.

-Vale. ¿Tienes hambre? –y la respuesta es…

-¡Por supuesto! Saca los sándwiches de la mochila, nos sentamos por aquí y luego continuamos.

Después de cenar el cielo se apaga y nos deja completamente a oscuras. Raquel y yo sacamos las linternas y continuamos caminando por la orilla del río. Todo está muy embarrado aunque es verano, y los bichos van saltando por todos lados. Seguimos caminando y caminando hasta que Raquel se para y me manda sacar un bote de cristal (con tapa). Se agacha y arranca un trozo de musgo y lo mete dentro del bote.

-Oye Alma, enfoca ahí por favor. –ilumino con la linterna el rincón que me pide.

-De verdad que nunca entenderé esa afición tuya Raquel…

Ella coge algo que se mueve. Bastante grande, y lo mete con el musgo. Lo cierra y se lo mete dentro de la mochila.

-Bien, ¿seguimos?

Que remedio, pienso. Me hace gracia verla coger bichos. Me debe unos cuantos favores por acompañarla en sus expediciones, se lo tengo dicho.

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