¡ATENCIÓN!
Este blog se lee desde la primera entrada publicada hasta la más reciente, ya que es una historia contínua.
La media de entradas publicadas a la semana/mes puede variar.
Pese a la inactividad de algunas ocasiones, el blog no estará cerrado al menos que se anuncie su finalización.
Un saludo,
Sara

sábado, 18 de agosto de 2012

Nudo /PARTE 1


Me acabo de despertar por primera vez en tres días pudiendo soportar el dolor de cabeza. Llevo desde el miércoles en cama, y me he perdido jueves y viernes. Es decir, me he perdido la vuelta de Ismael. Raquel vino a verme el jueves cuando se enteró de que estaba enferma, y no se creía que me hubiese constipado en pleno agosto. Se quedó poco conmigo, decía que tenía que hacerle unos recados a su madre, pero no me fío. Conociéndola se fue por miedo a que la contagiara. Ahora cuando coma algo la llamaré para decirle que ya estoy mejor.  Cuando llegué a casa el miércoles por la noche, en la ciudad no llovía, y mis padres me mandaron enseguida a descansar. Lo peor del mundo es resfriarse cuando hace tanto calor, de verdad. Nunca había tenido un malestar tan fuerte. Puf. Por lo menos ya voy a poder levantarme de la cama. En dos días no he hecho nada más que dormir y sentirme fatal. Se ve que Carmen, la vecina de arriba, se enteró y pasó a traerme unas galletas que había hecho ella misma ayer. Nadie más pasó por aquí el viernes. Debo admitir que me disgustó un poco que Ismael no viniese a verme. Pero bueno, no estoy enferma mortal, que mas daba.  Supongo. Me pongo en pie y voy a ver si hay alguien en casa. Un posit me da los buenos días, como esperaba. Voy a la cocina a desayunar y miro el reloj. Son poco más de las doce. Me tomo una aspirina y pienso en que voy a hacer. Decido que estará bien bajar a ver a Ismael un rato y luego subiré a casa Carmen a darle las gracias por las galletas, otra vez. Cojo una caja de pañuelos y voy a bajar cuando me entra frío y decido llevarme una bata también. Así que soy la única persona del mundo que con más de treinta grados va con bata, pero da igual. Cuando llego a casa de Ismael, se me ocurre que a lo mejor no está, pero tengo suerte y me abre nada más tocar.

-Buenos días, Ismael.

-¡Alma! Pensaba que estabas catatónica. Tu madre me había asustado. –me dice a modo de saludo. –Pasa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario