Me acabo de despertar por primera vez en tres días pudiendo
soportar el dolor de cabeza. Llevo desde el miércoles en cama, y me he perdido
jueves y viernes. Es decir, me he perdido la vuelta de Ismael. Raquel vino a
verme el jueves cuando se enteró de que estaba enferma, y no se creía que me hubiese constipado
en pleno agosto. Se quedó poco conmigo, decía que tenía que hacerle unos
recados a su madre, pero no me fío. Conociéndola se fue por miedo a que la
contagiara. Ahora cuando coma algo la llamaré para decirle que ya estoy mejor. Cuando llegué a casa el miércoles por la
noche, en la ciudad no llovía, y mis padres me mandaron enseguida a descansar.
Lo peor del mundo es resfriarse cuando hace tanto calor, de verdad. Nunca había
tenido un malestar tan fuerte. Puf. Por lo menos ya voy a poder levantarme de
la cama. En dos días no he hecho nada más que dormir y sentirme fatal. Se ve
que Carmen, la vecina de arriba, se enteró y pasó a traerme unas galletas que
había hecho ella misma ayer. Nadie más pasó por aquí el viernes. Debo admitir
que me disgustó un poco que Ismael no viniese a verme. Pero bueno, no estoy
enferma mortal, que mas daba. Supongo.
Me pongo en pie y voy a ver si hay alguien en casa. Un posit me da los buenos
días, como esperaba. Voy a la cocina a desayunar y miro el reloj. Son poco más
de las doce. Me tomo una aspirina y pienso en que voy a hacer. Decido que
estará bien bajar a ver a Ismael un rato y luego subiré a casa Carmen a darle
las gracias por las galletas, otra vez. Cojo una caja de pañuelos y voy a bajar
cuando me entra frío y decido llevarme una bata también. Así que soy la única
persona del mundo que con más de treinta grados va con bata, pero da igual.
Cuando llego a casa de Ismael, se me ocurre que a lo mejor no está, pero tengo
suerte y me abre nada más tocar.
-Buenos días, Ismael.
-¡Alma! Pensaba que estabas catatónica. Tu madre me había
asustado. –me dice a modo de saludo. –Pasa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario