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Sara

sábado, 4 de agosto de 2012

La telaraña púrpura /PARTE 3

Son las diez de la noche, mi hora habitual para cenar. Mis padres hoy se han ido a casa de la tía Rebeca. Se quedaran a dormir allí. Yo me he excusado porque la verdad, no tenía ganas de ir. Así que he dicho que había planeado una cosa muy importante con Raquel. Raquel es mi mejor amiga, así que es bastante creíble. Mis padres me han disculpado como unas cien veces, pero la tía Rebeca no se enfada nunca conmigo. Problema resuelto. Así que ahora tengo la casa para mi sola. ¡Yuhu! Ahora podré… ¡dormir sola! Vaya cambio, eh? He decidido que me voy a preparar una súper cena. El menú se reduce a: helado. Mientras me comía el helado, he descubierto un hecho importantísimo. El helado se llama helado… porque esta helado. Si estuviera caliente seguramente irías y pedirías “un caliente de fresa y chocolate”. O alomejor un “templado de cookie y limón”. Fin de la cena. Me siento en el sofá del salón y miro capítulos de series policíacas que ni si quiera sigo. A las doce, cuando todos los programas <cutres nivel supremo> se manifiestan como una invasión de zombies en el teletexto, decido no traumatizarme y me voy a leer. En mi habitación no se puede dormir. Abro la ventana, pero el calor que hace serviría para freír un huevo en el balcón. Nunca me ha gustado la lámpara del techo de mi cuarto, pero es la más indicada para leer. Me pongo el chándal-viejo-con-función-de-pijama y me siento en la cama con el libro abierto ya por la mitad. Después de una hora me doy cuenta de que ya llevo un rato oyendo un rumor lento. En un segundo descubro que es Ismael, tocando a la una de la madrugada, ¡pero que horas! Pero que melodía tan triste… es una nana de cuna. La reconozco, la he oído antes, pero no se cuando.

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