-¿Qué miras? –me pregunta Ismael, sin dejar que la canción pare.
-Ah, nada, espero a que caiga alguna estrella fugaz.
-¿Crees realmente que va a caer una?
La verdad es que tengo pocas esperanzas de que pase, pero eso no
se lo digo a él. En cambio me callo y sigo mirando. Me acerco a la cristalera y
la abro.
-¿Puedo salir al balcón? –le pregunto.
-Sí, claro.
Me quedo allí de pie apoyada en la barandilla de hierro, mirando a
la nada. El tiempo asfixiante de esta mañana parece que se ha dado a la fuga.
Podría decir que hasta refresca un poco. Es más, tengo algo de frío.
-Oye, hace frío, ¿no?
-Sí, iba a decirte que si quieres coger una chaqueta mía o algo.
Ya sabes dónde está mi habitación, ¿no? –me contesta Ismael.
-Eh, gracias.
Voy a su habitación y abro el armario. Hace poco que conozco a una
persona y ya le abro el armario para cogerle algo. Me parece muy extraño. La última
vez que estuve en la habitación no la miré muy bien, ya que estaba un poco
despistada y no sabía ni donde estaba. Doy un vistazo rápido y veo que todo
está pulcramente ordenado. Solo hay una mesita de noche con un vaso de agua, la
cama, una alfombra que lo ocupa todo y el armario. Bueno, y otra puerta al
fondo, que supongo que será un baño particular, pero no voy a ir a abrirla. Mirando
las perchas delante de mí, caigo en la cuenta que me ponga lo que me ponga
pareceré algo raro. Le cojo una chaqueta negra bastante básica y me la pongo.
Realmente, me serviría de vestido. Salgo de la habitación mientras me quito la
capucha de dentro. Vuelvo a mi puesto de vigía en el balcón.
-¿Has encontrado algo que te venga bien? –escucho a Ismael
preguntarme desde su puesto en el piano.
-He encontrado algo calentito, con eso me conformo.
De repente algo llama mi atención allá fuera. No sé que ha sido,
hasta que vuelve a aparecer y casi no me lo creo.
-¡Ismael! ¡Ismael ven aquí!
¡Rápido!
-¿Qué pasa? ¿Estás bien Alma? –me pregunta alarmado mientras deja
al piano y viene a mi lado.
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