Los ventiladores no
existen. En realidad son aparatos que hacen ruido y giran. Son girasoles de
metal, pero a mí no me engañan más. Ayer estaba sentada en el sofá haciendo
nada, como de costumbre, y muriéndome de calor, como de costumbre también. Lo
primero es lógico, lo segundo no. ¿Si tengo un ventilador al lado porqué sigo
teniendo calor? Así que me levanté y fui a por un diccionario. La definición de
‘ventilador’ que nos da la RAE es la siguiente: “Instrumento o
aparato que impulsa o remueve el aire en una habitación.” Si bien, y yo soy
Pepito Grillo. Pues vaya removimiento, la verdad. Y a mí no me estafan de esa
forma, así que me apunté el número de la compañía de electrodomésticos del
supuesto ‘ventilador’ y me fui al cuarto de mis padres, donde está el fijo.
Marqué y una señora muy maja me puso una canción de allá los años de la guerra
mientras me pedía que esperara. Cuando la canción ya se estaba repitiendo por
tercera vez, los envié al cuerno, a la señora maja y a los fabricantes de mi
ventilador y colgué. Tal vez este trasto haya ganado la batalla, pero no la
guerra. Me vengaré del tío que lo ha inventado. Algún día. Y entonces me entró
hambre. Serían sobre las seis de la tarde cuando todos los aparatos de mi piso
empezaron a rebelarse contra mí. Consiento que un trasto haga que me muera de
calor, porque no es el fin del mundo, pero ¿Qué me dejen sin tostadas? ¡Ni
pensarlo! Claro que yo no hablo idioma robot, así que la tostadora, para mí
está muerta. Ya no le hablo más, y que se olvide de que la cuide. Me ha
decepcionado, la verdad, esperaba más de ella. Con todo el cariño que le he
dado… pero bien. Así que indignada de la vida, tuve la genial idea de continuar
con mi tarea de no hacer nada. Mientras iba hacia mi habitación, oí que tocaban
al timbre, y ahí se estropeo mi plan. Vi al señor Juan por la mirilla de la
puerta, que venía también con el pequeñín. Juan es el que está alquilado en el
tercero B, con su hijo Ramón, que apenas sobre pasa el año. Ni mis padres ni yo somos realmente amigos de Juan y Ramón.
Así que me sorprendió verlo tocando el timbre. Bien, abrí la puerta, y en dos
segundos Ramón tenía niñera para esa tarde y yo cinco euros. Vi a Juan bajando las escaleras de dos en dos,
dándome las gracias a gritos, y realmente no sé cómo no se dio de morros, con
la carrera que se estaba montando. Bebé
Ramón y yo hicimos un pacto mutuo de pasar uno del otro, y así estábamos los
dos en el salón. Le di un chupete y un peluche, y se quedó durmiendo el resto
de la tarde. Estaba tumbado a mi lado en el sofá, mientras yo leía. Realmente
es muy majo este bebé Ramón. Se acabó la
tarde y vino Juan a llevarse al peque.
Fin del día para una Alma aburrida.
Venitladores: X
ResponderEliminarAire acondicionado: ✓
By: elquetambienestaencontradelosvenitladores