¡ATENCIÓN!
Este blog se lee desde la primera entrada publicada hasta la más reciente, ya que es una historia contínua.
La media de entradas publicadas a la semana/mes puede variar.
Pese a la inactividad de algunas ocasiones, el blog no estará cerrado al menos que se anuncie su finalización.
Un saludo,
Sara

lunes, 3 de septiembre de 2012

Lluvia negra /PARTE 5


-¿Qué has pedido? –le pregunto.

-Ah… Sí te lo dijera, te tendría que matar.

-Vale vale, prefiero que no me  lo digas.

-Además, no se cumpliría.

-¡Aha! ¡Así que si qué crees!

-No te emociones, solo digo que ya que pido un deseo, lo pido bien, ¿no? –me dice divertido. –Y tú, ¿qué has pedido?

-Si claro, estás tú que te lo digo. –Me giro y le veo con la mirada al frente (sin ver) –Ha sido bonita la lluvia de estrellas, te lo prometo. –aseguro.

-Me fiaré de ti, Alma. Yo por mucho que llueva agua, sapos o estrellas, lo veo negro.

Y ese silencio pesado de quien suelta una verdad que nadie quería oír y quien no sabe que responder, cae como una pared invisible entre los dos. Me sabe mal haber dicho nada, tampoco lo decía para mal. Si hace cinco minutos hacía frío, ahora más. Quiero decirle a Ismael que entremos, pero él parece que está en otra parte con sus pensamientos, y no me atrevo a soltar palabra.

-Si tienes frío, entramos. ¿Quieres? –me pregunta Ismael sobresaltándome un poco, ya que pensaba que estaba lejos, a saber dónde.

-No, no que va. No pasa nada.

-¡Pero si tienes la nariz congelada! –me suelta él.

-¿Cómo lo sabes? –le pregunto asombrada, y ahora de cara a la puerta preparada para entrar.

-Me lo acabas de admitir. Va, entremos, que empieza a refrescar.

¡A refrescar! ¡Já! A refrescar dice… que empieza ahora, además. Y yo como una momia muriéndome de frío desde hace rato. Anda ya. Espero no haberme vuelto a constipar. Oh, por favor otra vez no.  

-¡No me puedo creer que haga este tiempo en agosto!

-Bueno, ya es como si estuviésemos en septiembre. –me contesta Ismael, mientras cierro la cristalera.

-Voy a dejarte la chaqueta en el cuarto. Ahora vuelvo.

A punto de colgar la chaqueta oigo que el piano de Ismael empieza a sonar. Ni dos segundos ha podido estar separado de él. Yo pronto empezaré el curso, no sé qué es lo que hará él. En otro momento se lo preguntaré, esta noche no tengo ganas. Pensando en estas cosas me doy cuenta de que ya debe de ser bastante tarde, y me toco los bolsillos de mis pantalones para comprobar que tengo la llave de casa ahí. Cuando suba tendré que intentar no hacer mucho ruido, mis padres estarán durmiendo. Me sorprende que a ellos no les sorprenda que sea amiga de Ismael. O a lo mejor sí. Yo que sé. Quisiera saber sobre qué les he oído discutiendo, pero supongo que ya me enteraré si me tengo que enterar.  Cuando consigo devolver la prenda de Ismael a su percha, la canción ya ha cambiado, y salgo enseguida de su cuarto, preocupada de haberme entretenido demasiado ahí dentro. Espero que no piense que le estaba fisgoneando las cosas, por el amor de dios.

-¿Conoces a Aretha Franklin? –me pregunta Ismael, sin dejar de tocar.

-¿La debería conocer? ¿Es del edificio? –contesto inocentemente. A lo que siguen una serie de carcajadas por su parte, y yo que no entiendo nada, me quedo de pie enojada. ¿Pero que he dicho que hace tanta gracia?

-Veo que no, no pasa nada. Escúchala algún día si te acuerdas.

Por el comentario que acaba de hacer, deduzco que es una cantante, y me pongo roja por haber dicho lo del edificio. Menos mal que no me ve.  Durante la siguiente hora y casi media hablamos de música, y él me cuenta qué planes tiene para más adelante. Cuando noto que me voy a quedar dormida en el sofá, me disculpo y me subo para arriba.

-Buenas noches Ismael. A saber que has pedido… -me digo a mi misma antes de caer redonda en mi cama, para ponerme al fin a dormir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario